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y eso es lo que pasa. Te entorpeces. Te perseguís. Te imaginás. Te obsecionás. Te enloqueces. T e e n a m o r á s . Asi una y mil veces. Cuando una persona te gusta, no podés evitar obsesionarte. No podés evitar tomar con doble sentido cada cosa que te dice. No podés evitar fijarte cada dos segundos si te mandó un mensaje, si está conectado, si sube fotos nuevas a su facebook, si sale o no sale, a dónde, con quién, porqué, que hace antes y que hace despúes si está con alguien o simplemente está solo. Le hablas todo el tiempo, intentás sacar temas, lo llamás, le mandás mensajes, le decis de verse. Llenás los oídos de tus pobres amigos con su nombre. Te carcomes la cabeza con cada cosa que te dicen. Simplemente te obsesionas con la persona, hasta que esa persona caiga en vos, y por fin, sean dos obsesionados que se gustan y se preocupan si están bien o mal, y ahí, la obsesión de una sola persona, es compartida. Porque ahora ambos se enloquecen con que si se mandan mensajes todos los días, si quien llama a quien, si que día va quien a la casa del otro, si salen, con quien, porque, a que hora vuelven a sus casas, que hacen antes y despúes, con quienes se juntan, si están conectados, quien quiere interferir en la relación, porque, de donde salió... y miles de cosas más.




Una persona puede llegar a obsecionarte

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